Enséñame a olvidarme de pensar, por favor. No quiero seguir pensando, recordando, rememorando, reviviendo, soñando, añorando cada momento. Es cerrar mis ojos y mi cerebro viaja lejos, bien lejos de mí. Hay veces que desearía que cuando dices nunca más olvidar todo lo vivido. Una sonrisa a veces no es felicidad y perdonar no es olvidar. Puedo perdonar casi todo lo malo que me hicieron pero no lo olvido. No existe falta de tiempo, existe falta de interés porque, cuando la gente realmente quiere, un momento se vuelve una oportunidad. Y es que soy culpable porque te quise. Soy culpable porque quise hacerte feliz. Soy culpable por decirte lo que sentía. Soy culpable por mostrarme como soy. Soy culpable por querer entregar mi vida a la tuya. Pero es que ahora cierro los ojos o voy andando por la calle y mi cerebro imagina sus historia, cada día más elaborada, con sus motivos, inicios y finales. Siempre con personas distintas. Pero siempre con personas que me hacían feliz. ¿Qué es lo que tengo de malo que las personas que quiero no pueden permanecer a mi lado? ¿Que las personas que quiero por algún motivo u otro se separan de mí? ¿Soy la única que piensa en ellos? Pero no hay mayor dolor que el saber que nunca más te veré, que estoy viviendo la vida que querías para mí y trato de esforzarme cada día más porque sé que en donde estés puedes verme. ¿Qué pasa si ahora temo verlos a ellos? Volví a abrir mi corazón y ya vemos como terminó... Pero es que cierro los ojos y me imagino a tu lado, imagino qué diferente podría ser ahora la vida si en ese momento hubiera sido distinta y hibiera actuado diferente. La vida que podríamos tener ahora... Pero sé que ahora sólo cuenta el presente, que aunque mi cerebro invente sus historias y por más que las necesite para aferrarme a algo de estabilidad debo vivir la realidad, porque han sido mis actos pasados los que me han traído a donde estoy ahora. Tengo una teoría sobre los momentos que impactan: mi teoría es que esos momentos impactantes que ponen del revés nuestra vida, son los que acaban definiendo quienes somos. La cuestión es que todos nosotros somos la suma de todos los momentos que hemos vivido y soñado, con todas las personas que hemos conocido. Y son esos momentos los que hacen nuestra historia y que podemos reproducirlos una y otra vez en nuestra mente, o idear haberlos vivido distintamente. Lo que en verdad nunca me he querido plantear es ¿y si llegara un día en que no recordaras ningún de esos momentos? Es lo que pido ahora, olvidar, pero en realidad esos momentos son los que me han hecho ser quien soy, ¿qué sería sin esos momentos? ¿Puedo de verdad plantearme o soñar con olvidar? Me gustaría poder escribir en notas todos esos momentos, para poder olvidarlos y al leerlas volver a recordar con una sonrosa todos y cada uno de ellos. Un momento impactante. Un momento impactante que termina cambiando cosas que nunca imaginamos que cambiarían y nos llevan a lugares que no imaginamos. No podemos controlarlos. Sólo suceden. Pero no quiero olvidar los momentos, quiero olvidarme de pensar, de pensar en ellos. De recordarlos a cada momento. De soñar con ellos. Pero si lo pienso con frialdad, tú no me querías tal como yo era, quisiste cambiarme y, ¿no se supone que el amor verdadero acepta sin querer cambiar? Pero igualmente ansio seguir recordando. Ansio seguir olvidando. Ven y ayúdame. Ayúdame a olvidar. Ayúdame a no pensar. Ayúdame a no extrañar. Y es que no duele tu ausencia, duele tu intermitencia. No te quedas ni te vas, y no se puede extrañar a quien no se va ni olvidar a quien se queda. Y es que aunque ya no tenga el privilegio de verte todos los días, aunque ya no sea yo quien te haga sonreír, aunque no nos digamos una sola palabra, aunque nuestras mirada ya no coincidan, aunque parezca que no me importa, aunque parezca que no te quiero... Recuerda que te quiero más de lo que algún día dije, más de lo que un día pensaste y más de lo que te querrá alguien; me basta con yo saberlo y aunque tú no lo sepas, te lo imagines. Recordaré que el destino una vez quiso detener mi camino a tus pies. Y es que cuando uno sacude el cajón de los recuerdos, son los recuerdos quienes le sacuden a él.
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