Dicen que es muy fácil escribir sobre el amor. Es un momento en el que nuestro cerebro es capaz de asimilar todos los pequeños detalles que ocurren en él, que eres capaz de analizar cada insignificante momento y palabra en miles de palabras, pero, a la vez, dejas de ver muchas otras cosas que pasan a tu alrededor. Dicen que es muy fácil escribir sobre el amor, pero más fácil es escribir sobre el desamor. Ese sentimiento de tristeza profunda, ese dolor que parece que te puede desgarrar el alma, esa sensación de vacío tras su marcha, esas lágrimas derramadas. Y es que la verdad es que cuando escribimos sobre el desamor queremos detallar tan nítidamente como sea posible nuestras sensaciones para poder transmitir a esa persona cuanto daño nos ha causado. Pero también nos agrada poder escribir cuando volvemos a sentirnos bien para demostrarle a esa persona que hemos pasado página, que ya no nos importa lo que haga o deje de hacer, que nuestra felicidad no depende de él, que somos capaces de sonreír aunque esa persona no lo aprecie. ¿Es por venganza? En parte sí, siempre cuando alguien nos hiere queremos que sufra lo que nosotros hemos sufrido, queremos que sienta el mayor de los dolores, que nada le vaya bien. Es muy fácil decir que no debemos ser vengativos, pero todos cuando nos encontramos en esa situación es lo único que pasa por nuestra mente. La verdad llevo rato pensando sobre todo esto y aunque llevo tiempo describiendo las partes buenas del amor, también debo expresar algo que siento, algo que me pasa. Ahora mismo con la tecnología móvil existente es más fácil estar en contacto con alguien, se puede hablar a todas horas y sobre todo lo que pasa por nuestras cabezas. Cuando me dices que tienes ganas de verme o me hablas para vernos noto como el corazón se ensancha, que todo de repente es bonito y la sonrisa es imposible sacarla de mi cara; por el contrario, cuando hablamos y me dices que debes atrasar la hora de vernos o que no podremos vernos siento como el corazón se oprime, deja de latir, duele físicamente hablando como si me estuvieran clavando agujas y las lágrimas, sin saber porqué, tienen ganas de limpiar mi rostro. ¿Por qué me ocurre esto? ¿No debería estar acostumbrada que no te puedo ver a diario? Y es que lo malo es que lo entiendo, que sé que hay cosas por delante de mí, pero igualmente duele. Pero en esta ocasión no quiero que tú sufras igual que sufro yo, no quiero que experimentes este dolor, no quiero que seas capaz de entender a la perfección lo que siento, tan sólo quiero que seas feliz. No quiero ser egoísta, no quiero ser pesada, sólo quiero hacerte feliz. Y es que aun recuerdo, aun mantengo grabado en mi memoria el momento de la despedida después de unos días de escapada solitaria que me dijeras esas siete letras: "t'estimo".
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